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Capitalismo tardío: crecimiento con pobreza en la argentina de Kirchner (página 2)




Enviado por RUBEN OSVALDO THIEME



Partes: 1, 2

"El producto bruto nacional no es un índice ni
siquiera de prosperidad económica de los seres
humanos que componen una nación. Los que elaboran las
estadísticas dividen la cifra correspondiente al producto
bruto nacional por la cifra de la población nacional y
llaman al resultado promedio de ingresos per cápita.
Este procedimiento no tiene sentido, pues la
cuantificación resulta culpablemente
engañosa
[7]Más sentido
tendría una cifra que indicara el promedio de
daño material per cápita, pues,
aunque en esferas como la de la vivienda, los daños
derivados del aumento del PBN en una sociedad competitiva
están distribuidos desparejamente…
En una
nación en la cual tenga prioridad el aumento del PBN, la
competencia económica entre individuos y clases es
intensa; por eso, tiende a agravarse la desigualdad de la
distribución del producto bruto nacional…En otras
palabras,… no garantiza a todos sus ciudadanos la
satisfacción de las necesidades de la vida
."
[8]

"Pero el sistema está profundamente viciado.
Mientras el capitalismo continúe triunfante, la
búsqueda de dinero anula todas las demás
consideraciones sociales.
Los mecanismos
económicos y políticos quedan
desbaratados….""El sistema capitalista puede compararse
con un imperio cuya cobertura es más global
que la de cualquier otro imperio anterior. Gobierna toda nuestra
civilización y, como en otros imperios, quienes
están fuera de sus murallas son considerados
bárbaros…La mayoría de sus súbditos
ni siquiera saben que están sometidos a él
o,…reconocen que están sometidos a fuerzas
impersonales y negativas, pero no entienden qué son esas
fuerzas…."."En términos sencillos, si a las
fuerzas del mercado (capitalista),
se les concede una
autoridad completa incluso en los campos puramente
económicos y financieros, producen caos
y podrían desembocar en el desmoronamiento del sistema
capitalista global."[9]

Habemus confitentem rerum.
[10]Estas claras confesiones de algunos de los
más conspicuos miembros de la más alta
burguesía en Europa y países hegemónicos,
demuestran que comienzan a advertir, por ellos mismos, que la
economía del capital no es el fin de la
historia
, que éste no es el único mundo
imaginable, ni el mejor, ni el más deseable; que la
realidad de los acontecimientos actuales solo podrían
conducir a un desenlace fatal, si no se realizan las profundas
transformaciones sociales que son inexorables hacia una nueva
sociedad que trascienda al capitalismo actual. En
definitiva que una nueva civilización humana es
posible.

La estrategia de
la ilusión

Sobre este sombrío escenario, se ha desplegado,
desde el inicio de la década de los 90 e intensificado
ahora, solventado bajo coacciones, por el gobierno de
Kirchner,
lo que hemos dado en llamar "la estrategia
de la ilusión
", un mecanismo social compulsivo de
control social, adoctrinamiento ideológico y sometimiento
intelectual, basado en un sistema de creencias y falsos valores,
que deliberada y ampliamente difundido por las corporaciones de
medios masivos de información distorsionan la realidad
emulando, y aún superando el ideal Goebbeliano.

"La sociedad moderna me parece una celebración de
todas las cosas que alejan de la verdad, que
hacen difícil vivir para la verdad y que inducen a la
gente a dudar incluso de su existencia. Y pensar que todo esto
surge de una civilización que dice adorar la vida, pero en
realidad la priva de todo sentido real; que
habla sin cesar de "hacer feliz" a la gente, pero que de hecho
obstruye su camino a la fuente de la auténtica
alegría"…
Este reino de la
ilusión
"es muy organizado, versátil y
refinado; nos asalta con su propaganda desde
todos los ángulos y crea a nuestro alrededor un entorno de
adicción casi inexpugnable…Así obsesionados
por falsas esperanzas, sueños, y ambiciones que prometen
felicidad pero sólo conducen a la desdicha, somos como
personas que se arrastran por un desierto sin fin, muertas de
sed." [11]

Los multimedios de información (o
desinformación, como se prefiera)
nos adoctrinan de
forma cínica o subliminal, acerca de las "virtudes" y
"capacidad" de la economía del capital, como único
sistema posible, de crear "bienestar", la "revolución
productiva", el "crecimiento sostenido", el "derrame de riqueza",
el "pleno empleo", pasando por la "moneda fuerte", la
"estabilidad permanente", la "convertibilidad" de la moneda, un
"modelo económico sustentable", la "libertad de los
mercados", el "achicamiento del Estado para agrandar la
Nación", la "privatización" que traería
más "eficiencia" y "modernización de la
producción y servicios públicos", la
"competitividad" exportadora, las "innovaciones
tecnológicas" con la importación masiva de bienes
de capital y seducción de las "inversiones extranjeras
directas" como "motor del crecimiento y el empleo", y así
de seguido. Pero como sucede habitualmente con cualquier
ilusión, inevitablemente, esta comedia de
engaños
se desvanece en una tragedia de
horrores
que ofende y avergüenza a la
condición humana, sin desmedro de convertirse
además, en el inédito holocausto
argentino.

Actualmente (año 2006), este medio de
manipulación y persuasión ideológica por
grupos de poder en Argentina, se ha profundizado, ampliado y
reproducido como una herramienta de "cohesión social", de
represión sutil, de inmovilización masiva y de
medio de contención del desborde social, especialmente de
la población penalizada con la destrucción de su
nivel de vida, a partir de la devaluación de la moneda en
Enero del 2002, que produjo la pulverización de al menos
las dos terceras partes de los ingresos (salarios y otras
remuneraciones fijas) de la mayor parte de los habitantes
[12]que el "fundamentalismo de mercado"
(neoliberalismo) había condenado, por entonces, a la
marginalidad, la indigencia, la desocupación, la
subocupación, la ocupación "informal" (eufemismo
para referirse al trabajo ilegal y a la sobreexplotación
criminal ) en tareas de muy baja productividad.

Nos ceñiremos, puesto que la cuestión de
la crisis económica, social y política argentina
excede los límites de este debate, a esbozar una
síntesis, desde una visión de la economía
crítica, como ciencia social propiamente dicha, la
respuesta a nuestra pregunta inicial, que emerge desafiante de
una contradicción fundamental de nuestra sociedad:
tanta Miseria en medio de tanta
Abundancia.

Si se tratara de economistas formales de toda laya, se
conformarían con la sola descripción del
fenómeno mediante el análisis de las estimaciones
estadísticas y con la calificación de esta actual
distribución del producto social como
"injusta o inequitativa"
[13]

Nos encontramos entonces, de inmediato, que la materia
precisa a tratar es la distribución social del
ingreso
.

Herramientas
conceptuales una visión critica actual de la crisis
[14]

Para comprender las causas objetivas de la
Miseria en medio de la Abundancia, no basta con
el análisis descriptivo de la distribución del
ingreso, hay que buscar los nexos internos que la determinan. En
principio, hay que preguntarse: ¿De que depende un modo de
distribución de un ingreso dado?.

En la economía del capital lo determinante es la
producción y lo determinado es la
distribución y el consumo. El trabajo utilizando
insumos produce una cantidad bruta de mercancías.
Obtenidas éstas, se sustituyen los insumos consumidos en
la producción y a modo de producto neto (valor
agregado)
resulta un remanente de bienes, como
resultado del trabajo humano.

Consecuentemente, aquel producto neto es
apropiado por el dueño del capital, privando
así de esa propiedad a todos los demás hombres,
quien se manifiesta mediante un título que lo
acredita socialmente como propietario de los bienes de uso
productivos
y le otorga el derecho lícito,
en virtud del sistema de creencias vigente, de
apropiarse también de la ganancia o renta del
capital.

Dicha ganancia es la parte del producto
neto
de la cual se apodera el dueño del capital,
luego de sustituida o renovada la fuerza de trabajo
(salario
), es decir el trabajo necesario (energía
vital y conocimiento humano) aplicado a
la
producción. El capital no es, por lo tanto, la maquinaria
y en general, no son todos los bienes de uso productivo, como
suele enseñar la "teoría económica" de
nuestros profesores universitarios de economía
formal.

Una máquina es solo una máquina, y por
mucho que se investiguen sus cualidades inherentes, no se
encontrará jamás en ella otra cosa que no se
parezca a las especificaciones técnicas de una
máquina.
Nada, por lo tanto, que pueda ser reconocido
como el tan mentado capital. El misterioso
capital no aparece, por ninguna parte, en la contextura
física de la máquina. Ello significa que
el capital solo designa un tipo especial de
vínculo o relación social que surge de la
propiedad de aquélla,
esto es, entre el
propietario o dueño de la máquina (y en
general, de todos los bienes de uso productivo) y el resto de los
hombres libres, es decir, despojados de
dichos medios destinados a la producción.

Ahora bien, como ley general del sistema del capital,
las empresas compiten entre si para ganar una cuota cada vez
mayor del mercado y aumentar sus ganancias al máximo (en
un horizonte de tiempo dado). Para ello, se impone la
necesidad de abaratar el costo de sus productos,
adelantándose así a sus competidores, y a ello
obedece la compulsión del capital de aumentar la
cantidad de producto por hora-hombre ocupado,
en otras
palabras, impulsar el aumento de la productividad del
trabajo.

De ahí que, el progreso técnico
se imponga como el método más apropiado para
alcanzar la mayor productividad posible. Nuevos
equipamientos, nuevas tecnologías (diseños
ingenieriles) de producción,
traen consigo una mayor
concentración o densidad de bienes de uso
productivo por hombre ocupado (que denominamos
"composición técnica del
capital").[15] La mayor productividad (o
incremento del valor del producto neto por hombre
ocupado) y el aumento de la ganancia neta en
proporción al total de salarios (tasa de
explotación
), determina el beneficio
neto total de la economía como un todo.

La tasa de explotación desencadena la
distribución del Ingreso Neto entre salarios y
ganancias,[16] y viene siempre explicada por el
grado alcanzado por la composición técnica del
capital determinado por el crecimiento de los bienes de uso
productivo con relación al trabajo
empleado.

La consecuencia obvia del progreso técnico
(innovaciones tecnológicas) con mayor densidad de capital
fijo por hombre ocupado,
es el desplazamiento o
desocupación de la mano de obra (lo que los
ecónomos llaman desocupación
friccional).

Sin embargo, si bien aquella condición
fundamental subyacente
, existen causas derivadas de la
desocupación que se verifican con traumáticas y
horrorosas consecuencias humanas, como ahora registra el caso
actual de Argentina.

Es por ello que: "la argumentación acerca de la
desocupación tecnológica no es pertinente.
Más que atribuir el desempleo a las ganancias de
productividad de algunas empresas en determinados
sectores, debe reconocerse que durante la etapa neoliberal el
sector industrial fue desvastado."[17]
El
producto manufacturero en Argentina, alcanzó un 32,2% del
Producto Bruto Interno en 1960, llegando al fin de la era
neoliberal, en el año 2001, a solo el 16,1% del
PBI.[18]

Si bien disentimos con relación a que la
desocupación tecnológica no es pertinente, dado que
"el sector industrial fue desvastado" nada menos que por
la introducción de mercancías, producto de
industrias altamente productivas, por tanto, tecnificadas, o de
la instalación directa en el país de subsidiarias
de esas modernas corporaciones tecnológicamente
desarrolladas y concentradas
, desalojando así, por
competencia imperfecta, a las formas más obsoletas de las
actividades productivas en manos principalmente de PyMes,
caracterizadas por su tecnología primitiva. Como se ve, la
desocupación tecnológica interviene per se, de
manera directa o indirecta, siempre.

¿A qué se debe, entonces, la
desocupación masiva que afecta a casi el cincuenta por
ciento de la población argentina económicamente
activa (es decir, en condiciones de trabajar)?.

La falacia del
"progresismo" kirchneriano

Se plantea de parte del "progresismo" que la creciente
desigualdad en la distribución del ingreso puede ser
compensada a través de políticas de
redistribución del ingreso. Al encontrarse en
situación de desempleo, subempleo y marginalidad alrededor
de la mitad de la población argentina, dichas
políticas no alcanzan a lograr los propósitos
enunciados y por el contrario, benefician a grupos muy reducidos
y muy organizados de ciertos estratos medios y bajos y de
trabajadores de actividades de muy baja productividad, excluyendo
a la mayor parte de la enorme población involucrada e
inscripta en el desempleo, la marginalidad y la
miseria.

El Estado recauda recursos tributarios excedentarios que
producen un ingente superavit fiscal, lo cual le permite sostener
la "convertibilidad cambiaria" a una tasa de cambio muy alta,
captando luego de la fuerte devaluación del año
2002, parte de la transferencia (despojo) de ingresos de la mayor
parte de la población total hacia los sectores productores
y comercializadores de mercancías transables y/o
vinculados a ellos. Después de atender las "necesidades
presupuestarias primarias" y al pago ordenado de los servicios de
la deuda externa, transfiere y asigna ingresos a sectores medios
de la población y de la producción de muy baja
productividad. De tal manera, el Estado aumenta su presencia como
un verdadero agente prebendario, que le permite, por otra parte,
a ciertos sectores sociales privilegiados servirse del aparato
burocrático estatal para apropiarse de ingresos que, a su
vez, les facilita su integración a los grupos sociales de
altos ingresos con acceso a los patrones de consumo,
educación y calidad de vida similares a los existentes en
los países desarrollados.

El "progresismo" kirchneriano reconoce que "es
imposible integrar la mitad de la población (los pobres e
indigentes) a la sociedad actual, que no tiene ni la
vocación (sic!), ni las estructuras necesarias para
asimilar el regreso de 16 millones de personas a la vida social
plena." [19]

La falencia básica de estos economistas
funcionales al sistema, con su habitual vulgaridad, es someterse
a las "apariencias" en lugar de hurgar en la realidad para
revelar las relaciones esenciales que rigen los
fenómenos.

En consecuencia, sus propuestas de mayor
"asistencialismo" no resuelven los problemas de
desocupación porque hacen plena abstracción de la
estructura económica y social vigente, con una
economía del capital altamente concentrado y polarizante.
Si estas condiciones estructurales y su dinámica no son
tenidas en consideración, como no las tienen los
"progresistas", ninguna transformación es posible y solo
se avista la debacle y el horror económico con fractura y
fragmentación social inevitable. Podemos preguntarnos cual
sería la "vocación" de un consorcio o conglomerado
internacional que conforman la"estructura" actual polarizante
para asimilar mano de obra desocupada, para darnos cuenta del
dislate mayúsculo de que sólo la
"decisión política e instrumentación
económica son dos elementos fundamentales en la lucha
contra la desocupación" [20]haciendo caso
omiso a cualquier transformación de la estructura
económica actualmente vigente en la Argentina de
Kirchner.

Sin transformación de la estructura
económica concentrada actual los únicos
beneficiarios de la ampliación del mercado interno, de la
mayor demanda agregada, vía aumento del salario real (no
se propone cómo), vía aumento de los subsidios
estatales por diversos planes de asistencia social (con o sin
contraprestación), concluyen siendo las corporaciones
internacionales de alta densidad de capital fijo (ADT), quienes
aumentan su masa de ganancias que transfieren al exterior y a los
estratos sociales de altos ingresos con consumo
suntuario.

Una de la paradojas del sistema de la economía
del capital radica precisamente, en que "los sindicatos
contribuyen
a la prosperidad de los
capitalistas…en cuanto la elevación de los salarios
reales (o una política asistencial de subsidios a
desocupados que aumente la demanda interna del país)

ofrece a éstos un mercado (interno) en
expansión donde realizar sus
ventas
."[21]

  • 2. La propuesta
    "neokeynesiana"

Asistimos perplejos, a la tergiversación grosera
de las estadísticas oficiales con la finalidad de
escamotear que nada esencial ha cambiado respecto a la
política económica de gobiernos anteriores, excepto
la retórica de los nuevos sofistas, claro
está. Así, de ese modo, recurren presurosos a
desempolvar las viejas recetas de Lord Keynes para ser
"aplicadas" a la crisis argentina[22], haciendo
abstracción y olvidando las condiciones objetivas y la
estructura económica altamente concentrada,
que se
verifican actualmente en el país, omitiendo las
limitaciones que la política keynesiana ya
demostró en la historia, y con el agregado de una
cautelosa advertencia, como surgida de un oráculo de
supuesta y presuntuosa "sabiduría" por el cual: "se
deberá proceder con prudencia política y dando los
pasos institucionales más
adecuados
.".[23] (sic)

Como se sabe, en la teoría de Lord Keynes, el
aumento o disminución del "efecto
multiplicador" de las inversiones depende de la "máxima
propensión al consumo", esto es, la proporción del
incremento del Ingreso Bruto nacional destinado al consumo de una
demanda solvente. En tanto, la teoría neokeynesiana
agregó al concepto de "multiplicador", el llamado proceso
del "acelerador", es decir, mientras el "multiplicador" expresa
la influencia final de las nuevas inversiones sobre el ingreso
nacional, el proceso de la "aceleración" se manifiesta en
la proporción que debe aumentar las inversiones a partir
de una tasa dada de aumento del ingreso nacional: éste
último determinará o exigirá un aumento
definido de la capacidad productiva, por medio de nuevas
inversiones. En los momentos de auge, como ya lo señalara
Samuelson, el acelerador da impulso a las inversiones netas, pero
en los momentos de descenso de las ventas impulsa con la misma
intensidad a la desinversión
neta.

Las inversiones, en el principio del
"multiplicador", se encuentran relacionadas con el aumento del
consumo que es el resultado del aumento del ingreso nacional. A
aquéllas se las denominó, por ello, "inversiones
derivadas". En la concepción neokeynesiana, el crecimiento
económico obliga a la existencia del progreso
técnico y nuevas formas de organización
técnica de la producción, que requieren "nuevas
inversiones", independientes del consumo y del ingreso nacional.
Dichas nuevas inversiones se denominaron "inversiones
autónomas".

Esto último demuestra la discordancia entre la
producción de nuevos bienes de uso productivo y el
movimiento del consumo solvente, en la economía del
capital. Este aspecto no es poco relevante, es una de las
expresiones de la anarquía en que se desenvuelve el
proceso económico que desemboca finalmente en una
crisis cíclica.

Cuando se introduce el agotamiento del
auge
de la política económica de
cuño keynesiano, es el "punto de viraje" (Hansen), o sea,
el cese del crecimiento económico. Ello
ocurre por la reducción de la tasa de ganancia del capital
a medida que las inversiones aumentan, por el
aumento de los precios de los bienes de capital fijo y
también, según Hansen por el aumento de la tasa de
interés. El conjunto de estas razones conllevan al
agotamiento de las inversiones autónomas.
A ellas, debe agregarse la disminución de la
propensión máxima al consumo que interrumpe el
crecimiento económico, y en consecuencia el decrecimiento
de las "inversiones derivadas".

El auge de la inversión durante el período
de crecimiento conjuntamente con el crecimiento
relativamente menor del consumo solvente,
sustentado fundamentalmente en la capacidad adquisitiva del
salario real y por la población de ingresos fijos,
conduce, por fin, a la reducción de las
inversiones
y como resultado a la crisis de
sobreproducción.

Sin embargo, la tasa de ganancia del capital aumenta en
los periodos de crecimiento, por ende, no se produce por dicha
causa la interrupción del efecto multiplicador-acelerador
de la política neokeynesiana. Es la desproporción o
crecimiento anárquico del proceso de producción
respecto al circuito de consumo sustentado por la demanda
solvente, lo que produce la crisis. Es, por
tanto, la crisis la que desencadena la disminución de la
tasa de ganancia del capital, todo lo cual contradice la tesis de
Hansen.

En pocas palabras, es la estructura de producción
de valor agregado, en esta etapa de evolución
histórica, y la de realización de las mercancias,
las que entran en abierta contradicción inherente a
la economía del capital, y agotan el impulso inicial de
cualquier política neokeynesiana, en la Argentina de
Kirchner.

Es entonces, cuando se produce el desplome de la
producción y la crisis consecuente, desocupación y
pobreza.

La retórica oficial y la de sus "aliados",
resucitan la concepción "desarrollista" ya perimida,
superada y ya refutada por la realidad económica en la
segunda mitad del siglo XX, de un capitalismo autónomo
(¿?)
de "crecimiento con empleo", mediante la
recreación del "mercado interno" y las "economías
regionales", fundamentalmente a través del aumento del
"gasto público" con destino a obras de infraestructura,
especialmente viviendas, subsidios (un eufemismo de caridad
pública) "para que no haya más pobres en la
Argentina" [24]y a las "actividades mano de obra
intensiva".

Alguien dijo alguna vez, que no hay nada más
difícil de rebatir que el absurdo
. A consecuencia del
dominio y seducción ejercidos sobre las ideas, se ha
generado un "sistema de creencias", donde, al decir de Saramago,
las "verdades parecen mentiras y las mentiras pasan como
verdades".

  • 3. Desarrollo de un capitalismo
    autónomo y la salida exportadora de la
    crisis

Una economía predominantemente exportadora de
"comodities" y productos de bajo valor agregado, como la
argentina, se encuentra inexorablemente sentenciada a estar
sometida al mercado mundial hegemonizado por las corporaciones
internacionales, y la industria primitiva nacional, por su lado,
caracterizada por la actividad de la PyMes, queda supeditada
también a las vinculaciones con aquellas corporaciones,
imposibilitadas, en forma parcial o total, a regenerar
autónomamente su circuito productivo por su falta de
competitividad en el mercado mundial (producto del retraso
relativo del progreso tecnológico) resultante de la
imposibilidad concreta de acceder a técnicas, insumos,
maquinarias y know how que no pueden ser producidos en el mercado
local a costos razonables.

Las inversiones en tecnología avanzadas son
incorporadas al mercado local con la penetración de las
corporaciones internacionales, en su mayor proporción. Por
ejemplo, actualmente, "sólo el 5,6% de las pequeñas
y medianas industrias cuenta con maquinaria de punta,
mientras que en el caso de las Grandes Empresas el indicador
trepa al 38%. Esta brecha tecnológica explica una parte
importante de las diferencias en materia de productividad y
competitividad
entre ambos segmentos empresarios"
[25]

En nuestra economía local se llevan a cabo las
etapas de elaboración productiva que planifican aquellas
corporaciones internacionales para sus subsidiarias introducidas
en este mercado, según el planeamiento, decisión,
financiamiento y difusión social que se encuentran
situadas en los países industrializados. Ello trae
aparejado la importación para la economía local de
bienes de uso productivo, del usufructo gravoso de marcas,
patentes y demás licencias pertenecientes a las sucursales
de los consorcios transnacionales, contribuyendo a su
vulnerabilidad externa, incidiendo negativamente en el saldo
positivo de la balanza comercial externa de nuestra
economía.

Las precedentes son algunas de las diversas causas por
las cuales se desvanece el sueño del "progresismo
argentino" de un desarrollo del capitalismo autónomo,
dentro las condiciones estructurales de
polarización interna alcanzadas por la economía del
capital en nuestro país y de polarización externa
en el mercado mundial.
Además, ello tiene su
origen en el sofisma de confundir el proceso de desarrollo
capitalista de la Revolución Industrial europea con el
posible, pero no probable, desarrollo de la economía
local. Se trata de una traspolación de la teoría de
Rostow relativa al "despegue hacia un crecimiento
autosostenido".

En parte, ciertos sectores del "progresismo" se
vinculan, conciente o inconcientemente, a la idea neo-liberal,
cuando sostienen que "el motor de la ocupación es la
actividad económica" [26]o bien que "las
políticas de empleo deben basarse entonces en crecimiento
global y planes específicos (sic!)" [27]las
cuales se asocian, sutilmente a las advertencias de que "para
crecer más, hace falta inversión" y "para poder
mantener el crecimiento hacen falta inversiones en aumentos de
capacidad productiva que permitan extender los horizontes de
planeamiento"[28], provenientes de las usinas de
los países industrializados hegemónicos. La
crítica al "progresismo" se refiere, como siempre, a que
hacen abstracción deliberada de las condiciones
subyacentes de la estructura económica y su estadio actual
de desarrollo, cuando alientan teorías que siempre se
sustentan en el mundo de las apariencias de los hechos
económicos.

El problema del crecimiento con empleo parece entonces,
reducirse a lograr un flujo suficiente de inversiones, con ahorro
"interno" o "externo" según la visión "progresista"
o "neo-liberal" respectivamente, para financiar una tasa de
expansión de la economía local que así, de
manera natural, "absorba" la población económica
activa desocupada.

Nada más falaz y simplificador es esta vía
de estudiar el horror económico del desempleo y pobreza en
medio de la abundancia de recursos en la economía
local.

Como ya hemos sostenido la estructura económica
no es tecnológicamente homogénea, sino, por el
contrario, heterogénea, que se verifica
empíricamente nucleada, por una parte, en corporaciones
internacionales de alta densidad económica (ADT), esto es,
con aplicación de moderna tecnología de punta, y
por la otra, en actividades económicas relativamente
primitivas de baja densidad tecnológica (BDT) o lo que es
igual, caracterizada por ser mano de obra intensivas
(PyMes).

Como es estimable estadísticamente, el sector
moderno (ADT) crece de modo más acelerado, a tasas
más altas, que el sector de actividades primitivas o mano
de obra intensivas. Por otra parte el sector moderno de la
economía local, hegemonizado por las corporaciones
internacionales, reemplaza o sustituye, progresiva o
abruptamente, a los sectores de mano de obra intensiva, liderados
por la PyMes, como producto de la brecha tecnológica
insalvable que existe entre ambos, En consecuencia, el
crecimiento más rápido del sector
internacionalizado y más concentrado del mercado, y el
desplazamiento del sector primitivo de la economía,
crea nuevos empleos, y concomitantemente,
destruye en mayor número, puestos de trabajo en
ocupaciones tecnológicamente atrasadas, dando como
resultante una tasa de desempleo neto
creciente.[29]

Aún con el crecimiento de la demanda agregada
originada en la expansión de las inversiones (efecto
multiplicador keynesiano, de cuyas limitaciones y cese nos hemos
referido supra) se crean nuevos puestos de
trabajo
adicionales a una tasa menor de crecimiento que
el incremento en la destrucción de empleo. De esta manera,
la desocupación aumenta más
aceleradamente que el empleo derivado de las inversiones
originales,
y subsecuentemente, se incrementa, a igual
ritmo, la pobreza relativa y la miseria. Esto ocurre como
resultante de las amplias disparidades y asimetrías
tecnológicas existentes entre el sector moderno
internacionalizado y el sector primitivo de la economía
local.

Conclusión

La incapacidad de aquéllas políticas del
gobierno de Kirchner para dar respuesta solvente a los problemas
arriba mencionados y aún menos trascender la
contradicción insoslayable que aquí se plantea,
provocará su extrema agudización, en un futuro muy
breve, a pesar de la estrategia de la ilusión de la
propaganda oficial, poniendo con ello en juego millones de
destinos humanos individuales en la Argentina.

Finalmente, sin transformación de la estructura
económica concentrada y polarizada actual de la
economía local es absolutamente improbable desarrollar,
superando la vieja sociedad del capital, una nueva
sociedad fundada en una democracia económica y social que
exija la participación activa real de los hombres comunes,
por sobre los intereses privados de cualquier otro grupo, estrato
o clase, lo cual presupone aquella indispensable
transformación hacia la nueva economía social o
comunitaria.

 

 

Autor:

Rubén Osvaldo
Thieme

VISITAR:
http://laeconomiapolitica.wordpress.com/

MI E-MAIL: dr.rubenthieme[arroba]gmail.com or
rubenosvaldo.thieme[arroba]gmail.com

[1] 1 Le Dipló, Argentina,
título de portada, mes de Febrero de 2004.

[2] Escritura Budista tradicional.

[3] Consideramos apropiado denominar
“ecónomos” (técnicos-administradores
de la propiedad ajena, como una acepción más
general a la admitida actualmente) a los llamados
“economistas funcionales” (entendidos como
orgánicos o útiles al sistema del capital) y a
los “economistas formales” (que discurren sobre las
apariencias de los fenómenos, aceptándolas como
algo inapelable). Todo ello para distinguirlos de la ciencia
económica, es decir, del estudio de las relaciones
esenciales (leyes) que rigen la vida y los fenómenos de
la sociedad moderna.

[4] Carlos Marx, El Capital, México,
Fondo de Cultura Económica, 1966, p. XV.

[5] “Al cabo de una larga
mutación, el capitalismo argentino se ha convertido en
un basural”, Jorge Beinstein, Le Dipló, Argentina,
Diciembre 2000, p. 5.

[6] “5.000 días para salvar al
Planeta”, entrevista de la revista Speak Up, Nro.84,
España, Agosto 1992, al ambientalista Edward Goldsmith,
hermano del magnate anglofrancés Sir James Godsmith, P.
10. (la cursiva es nuestra).

[7] Ruben Thieme, artículo “Tan
ricos y tan pobres”, diario Comercio y Justicia,
Córdoba, Argentina, 2 de Setiembre 2002, p. 7.

[8] Arnold J. Toynbee, “Escoge la
Vida”, Bs. As., Emecé, 1980, p. 112.

[9] George Soros, “La Crisis del
Capitalismo Global”, Buenos Aires, Ed. Sudamericana,
1998, pp. 134, 135 y 29.

[10] Cicerón: “Tenemos al reo
convicto y confeso”.

[11] Sogyal Rimpoché, “El libro
tibetano de la Vida y de la Muerte”, Barcelona,
España, Ed. Urano, 1994, p. 41.

[12] La información del Ministerio de
Economía por la cual se dice que “Desde enero de
2002 hasta Noviembre de 2003, el salario real cayó en
promedio un 18% (en el sector “informal” (ilegal):
29%)” se basa sobre un índice de precios al
consumidor que es totalmente ajeno a la realidad, una clara y
deshonesta manipulación y un disparate
estadístico, fundado en el “cálculo”
del costo de una canasta familiar que solo puede existir en el
cerebro de sus mentores. Basta cotejar la verdadera
evolución de los precios de los artículos de
consumo masivo en las bocas de expendio de comercios y
supermercados, para descubrir la absoluta falsedad de dichos
datos difundidos oficialmente como contribución al
“engaño colectivo”, y al cual, con total
ligereza, se adhieren algunos acólitos del
“reformismo progresista” avalando y dando por
ciertas, sin reserva alguna, dichas cifras. Puede ser acaso
siquiera creíble, que se “calcule”
estadísticamente una Canasta Básica Total (CBT)
de bienes de consumo para una familia tipo, en el mes de marzo
de 2004, de poco más de US$ 240 (ver información
del INDEC), cuando sólo el alquiler de una modesta
vivienda urbana ronda los US$150 y los costos de una
alimentación insuficiente y paupérrima (harina de
maíz, pan, leche, conserva de tomate y embutidos
exclusivamente y excluyendo todos los otros componentes
alimentarios básicos) alcanzan al menos a US$3,50
diarios (es decir, US$105 mensuales), lo que suma un total de
US$ 255, y excluyendo además todos los servicios
básicos imprescindibles, gastos en salud, transporte,
educación, vestido y esparcimiento. Con esta farsa de
escamotear la realidad se busca justificar que la
población bajo el nivel de pobreza es apenas
(¡¡!!) del 48% del total de habitantes. Si
realmente se estableciera el verdadero costo de la CBT a marzo
de 2004, el nivel de pobreza sería aún mayor,
esto es, que el acoso de una paupérrima calidad de vida
lo sufre la enorme mayoría absoluta de la
población total del país. Por ejemplo, el
cálculo de la canasta familiar de
“subsistencia”, por un organismo no gubernamental
independiente (el Sindicato de Trabajadores de la Industria de
la Alimentación), para el mes de Octubre del 2004
ascendía a nada menos que un total de Pesos 1.637,10
(aproximadamente US$540) mensuales, más que duplicando
el salario promedio de toda la economía (La
Mañana de Córdoba, Córdoba, Argentina, 3
de Noviembre de 2004, p.26). Pero es necesario la falacia, el
engaño deliberado para contribuir a la ilusión de
que existe una “política económica
exitosa” que ha supuestamente dado lugar al
“crecimiento económico”, al
“empleo” y al mayor “consumo”, mejorado
las condiciones de vida de los argentinos.

[13] Pero aquí nos referimos a un
proceso económico, el de la distribución, el
cual, a los fines de su estudio, es independiente de cualquier
valoración moral o subjetiva, como cualquier otro
proceso o concepto de la economía. Todos ellos se
encuentran ligados a relaciones sociales e intereses privados
concretos que con el objeto de concebir los fenómenos,
procesos y conceptos económicos, no tienen, en si
mismos, contenido ético o subjetivo alguno.

[14] Apelamos, en este acápite, a la
“revalorizada teoría laboral del valor”, en
contraposición a la “teoría subjetiva del
valor” y “teoría marginalista del
valor”, cuya falsedad fuera entera y concluyentemente
demostrada desde mediados del siglo XX por, especialmente, la
“escuela económica de Cambridge
(Inglaterra)”. Remitimos al lector, por exceder el
alcance intelectual de este trabajo, a la abundante literatura
sobre este tema de la teoría del capital y la
distribución cuyos autores más reconocidos
fueron: Joan Robinson, Maurice Dobb, Piero Sraffa, Nicholas
Kaldor, Ronald Meek, entre muchos otros, que literalmente hace
implosionar y demuelen el ostentoso y ornamentado edificio
intelectual de la teoría marginalista del valor. Nuestra
apelación a la revalorizada “teoría laboral
del valor” no es caprichosa y aún menos casual,
porque dicha teoría del valor no es solo una
teoría de los precios, es una herramienta conceptual
imprescindible para descubrir las leyes que gobiernan el
desarrollo de la sociedad del capital, su nivel estructural
profundo de relaciones sociales en una economía
aparentemente libre y exenta de compulsiones.

[15] “El aumento de la productividad,
que podría significar mayor tiempo libre para la
sociedad, se convierte bajo las relaciones capitalistas de
producción en una condena a la desocupación de
sectores crecientes de la población…cuarenta
años atrás, esto hubiera parecido un mero
fantasma, pronto a disolverse con un poco de magia
keynesiana.” Véase artículo de Alejandro
Ramos M. en Le Dipló, Argentina, Febrero 2004, p. 5.

[16] La importancia vital que adquiere para
el sistema del capital la tasa de explotación como
determinante del aumento de la tasa de ganancia lo patentiza el
fenómeno actual de “Relocalización o
traslado de empresas y consorcios empresarios” a
países de Europa del Este, Asia y América Latina,
con costes laborales más bajos (lo que garantiza mayor
tasa de explotación del trabajo). “El traslado de
puestos de trabajos a países del Europa del Este y
Asia…es cada vez más frecuente en Alemania, donde
la deslocalización amenaza con elevar el desempleo y
frenar la recuperación económica..En la industria
tecnológica desaparecieron el pasado año 70.000
empleos, afirmó el presidente de IBM en Alemania.”
Deutsche Welle, 27-3-2004,www.dw-world.de.

[17] Alfredo E. y Eric Calcagno, el
Dipló, Argentina, Febrero 2004, p. 4.

[18] Ibidem.

[19] Ibidem.

[20] Ibidem, p. 5.

[21] Joan Robinson, “A Reconsideration
of the theory of value”, publicado en New Left Review,
Junio de 1965. (Los textos entre paréntesis y las
cursivas son nuestros.)

[22] “Es imperioso establecer otro
modelo económico que esté basado sobre el
desarrollo del país y la equidad distributiva. Retomar
algunas de las ideas de J. M. Keynes podría ser un punto
de partida”…”La influencia de la doctrina
keynesiana ha gran parte de los gobiernos de la Europa
tradicional (sic!!!)…encabezada por gobiernos
progresistas (sic!!!).” Revista “Realidad
Económica”, IADE, Nro. 182, Buenos Aires, Rodolfo
Bledel “Reflexiones”, pag. 63. A pesar de que tal
disparate, tal necedad, se refleja a si mismo en los dientes
del “reformismo”, sería necesario desnudar
la falsedad desvergonzada de esas afirmaciones que ofenden al
pensamiento económico científico e ignora la
experiencia histórica de los países
subdesarrollados y coloniales, y dejar, por fin, al descubierto
los reales intereses de los grupos sociales que se esconden
detrás del telón de fondo de tan vacua
petulancia. Aunque la economía crítica y la
realidad fáctica, ya hace largos años ha
demostrado en forma irrefutable la falsedad de aquellas
“conclusiones”, con relación a los
países subdesarrollados y dominados como el nuestro:
“La insuficiencia de la doctrina de Keynes no radica en
una incongruencia en la teoría, sino en su corto
alcance. Keynes discute el problema de la desocupación
de una economía desarrollada…y todo lo que
necesita es un mercado lucrativo para su producto potencial.
Trata de encontrar un remedio para las enfermedades que acechan
a las naciones ricas. Su argumento arroja muy poca luz directa
sobre los problemas de un país que sufre de falta de
capacidad productiva…No tiene ningún objeto
aplicar las recetas de Keynes en situaciones a las que no se
ajustan.” (Ver Joan Robinson, “Marx, Marshal y
Keynes”, en “Contribuciones a la teoría
económica moderna”, México, siglo XXI
editores, 1979, p. 103.)

[23] Ibidem, pag. 61. “Donde la falta
de capacidad productiva es el problema, simplemente generar
demanda conduce a la inflación, y el gasto por sí
mismo – construir pirámides en lugar de
ferrocarriles – obviamente no es lo que requiere la
situación.” (Ver op.cit., p.103).

[24] Se propone un “subsidio de
cincuenta pesos por mes por cada niño ($1,70 diarios
¡¡??!!), para que no haya más un solo
niño pobre (sic!!!) en Argentina”, medida
genialmente publicitada, sin pudor alguno, por el funcionario
de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), Víctor
De Gennaro, en el programa televisivo “Temas
Pendientes”-del canal oficial en Marzo 2004. Quien haya
sido testigo de esa entrevista televisiva, habrá podido
escuchar también, de los mismos labios, la
“cautivante fascinación” del gremialista por
el “tornero” Lula Da Silva, a la postre actual
Presidente de Brasil, encandilado por el “cambio”
que ello significaría para América Latina en
general y Argentina en particular. Sin embargo, cualquier
observador agudo de la crisis brasileña actual (2006),
podría coincidir acertadamente en que el futuro
previsible de Lula, “el tornero”, es la
frustación de las esperanzas y expectativas de todo un
pueblo, dado que la estructura económica de
dominación del capitalismo global sigue vigente en ese
país, porque nada sustancial se ha hecho para el cambio
de aquélla, que ya se comprueba con las primeras
escaramuzas de amplios sectores populares decepcionados y
sufrientes del gobierno del tornero Lula, que se oponen a las
mismas consecuencias sociales que en gobiernos liberales
anteriores (v.gr. movimientos sociales por la tierra,
caída estrepitosa del nivel de aprobación social,
miríadas de casos de “corrupción
política” de funcionarios de su gobierno,
confluencia con la estrategia de liberalización de
mercados de los países dominantes, etc.). Parece que la
historia, a pesar de las odiosas analogías, nada
enseña a los llamados “dirigentes
progresistas” de Argentina , si es que no desean
“escarmentar en cabeza ajena”.

[25] “Pymes: Inversión en
tecnología todavía es baja”, reciente
estudio de la Fundación Observatorio Pyme
(www.observatoriopyme.org.ar) Negocios y Empresas, diario
Comercio y Justicia, Córdoba, Argentina, 23/3/2006, p.
6,.

[26] A.E. Calcagno y E. Calcagno ,
“Como crear trabajo en la Argentina”, el
Dipló, Argentina, febrero 2004, pag.4.

[27] Ibidem, pag. 5.

[28] Advertencia de la calificadora de
“riesgo” Standard & Poor´s, en diario
Ambito Financiero, Bs.As., 26/06/2006, p. 7.

[29] Aunque podemos elaborar una respuesta
propia eficaz a tal interrogante, la misma ya fue adelantada
rudimentariamente, hace muchos años, por economistas de
la talla de Joan Robinson. Recordemos por ejemplo cuando nos
decía: “El capitalismo se introduce en una
economía (relativamente atrasada) mediante alguna
innovación en la organización o en la
técnica, que permite a un patrono (empresa) elevar el
producto per cápita de los obreros por encima del de los
artesanos. Mientras el sector artesanal (manufacturero
primitivo) predomina todavía, el nivel de salarios que
un patrono (empresa desarrollada) debe ofrecer no puede ser
inferior a los ingresos del sector artesanal (industria
primitiva), mientras que el nivel de precios a que vende
está impuesto por los productos del artesano…La
tasa de ganancia depende, entonces, del valor del capital por
hombre, el cual, a su vez, depende de las
características técnicas del método de
producción introducido. Con esta participación de
los beneficios, el capitalista (la gran empresa) puede expandir
ahora su producción todo lo que desee, arrebatando el
mercado a los artesanos (la industria primitiva o si se
prefiere, pymes), mediante el recurso de vender por debajo de
los precios de éstos, y empleando a sus hijos como
obreros…En esta situación, evidentemente, la tasa
de explotación gobierna la tasa de ganancia y no a la
inversa…Si la población aumenta con mayor
velocidad que el empleo, o si la oferta de artesanos arruinados
es lo suficientemente grande, no hay necesidad de aumentar los
salarios. El beneficio bruto por hombre empleado
aumenta…Las máximas tasas de explotación
se advierten en situaciones más o menos coloniales,
donde la mayor parte de las ganancias se gira al exterior, por
lo cual no se plantea el problema de la realización
(crisis económica).” (Joan Robinson, op.cit. en
nota 22) La introducción externa de nuevas inversiones
de alta densidad tecnológica (ADT), capital fijo
intensivas, desencadenan así un proceso insustituible de
concentración y centralización del capital en su
conjunto (que denominamos “polarización
económica”) en el país huésped.
Así la polarización de la economía local
destruye empleos, genera desocupación,
marginación social y por ello, la producción se
direcciona, en forma planificada por las corporaciones
económicas, hacia los sectores sociales de altos y
medianos ingresos y hacia la exportación. El tan mentado
motor de crecimiento del mercado interno local deja de ser
así, esencialmente necesario para el funcionamiento del
proceso de producción, distribución y
circulación de los productos, y desaparece con ello para
las actividades líderes el problema de la
realización de las mercancías. De allí,
que a las limitaciones propias de las políticas
keynesianas, se agrega que, en este estadio de desarrollo de
una estructura productiva altamente concentrada donde la mayor
porción del consumo global se sitúa en los
estratos más altos de ingresos de la población,
la propensión marginal al consumo, base y sustento del
efecto multiplicador de Keynes, se agote rápidamente. De
hecho, la polarización económica permite a las
empresas transnacionales, por su alta productividad con
relación al resto de la industria primitiva local y por
su relevante control de precios de los mercados de venta y de
compra, verificar en la realidad económica la llamada
ley de desarrollo desigual de las distintas y más
diversas ramas de las actividades económicas. Es decir,
aquellas actividades económicas de ADT se apropian de
gran parte de la masa de ganancias de las empresas primitivas
de carácter local y muestran un crecimiento diferencial
mayor a la media de la economía en su conjunto. La tesis
de algunos teóricos marxistas en cuanto a que “la
exportación de capital influye sobre el desarrollo del
capitalismo en los países en los cuales aquél es
invertido, acelerándolo extraordinariamente” (ver
V. I. Lenin, “El imperialismo fase superior del
capitalismo”,Ed. Anteo, Buenos Aires, 1965, p.22),
contrastada con la experiencia histórica que concluye en
la perpetuación del atraso económico y la miseria
actual en los países periféricos, resultó
ser falaz. Por el contrario, la necesidad de expansión
de la economía del capital, ha existido desde sus
orígenes, acicateada por la necesidad de contrarrestar
la tendencia a la baja de la tasa de ganancia en las
economías desarrolladas, producto del proceso del
incremento en la composición técnica del capital
(capital fijo intensiva), promovido por la competencia en las
economías industrializadas, y además como
resultado de incorporar nuevos mercados de consumo que
compensaran, a su vez, el desarrollo desigual de la
economía en su conjunto, con la consecuente
reducción del mercado interno de las economías
industrializadas y resolvieran, de tal modo, el problema
ineludible de la realización del producto (“crisis
de sobreproducción o de demanda”) que se origina
en el sistema. Los altos salarios reales de las
economías desarrolladas son costeados, en gran medida,
por el atraso tecnológico y los bajos salarios reales de
los países subdesarrollados, y ello es posible
sustentarlo y perpetuarlo mediante la expansión e
introducción de empresas o corporaciones de la
economía desarrollada del capital en territorios
vírgenes antes inexplotados por los mismos. De ello se
deriva la ley del intercambio desigual entre economías
de diferente grado de desarrollo tecnológico y social,
lo cual constituye una forma de apropiación y
acumulación de capital más para las
economías avanzadas, permitiéndoles resolver
transitoriamente las crisis periódicas a que se ven
sujetas irremediablemente por su naturaleza misma, mediante la
explotación de las economías menos desarrolladas.
La globalización, hoy tan en boga, representa, nada
más ni nada menos, que la etapa final de la natural
expansión universal del capitalismo, hasta los
más recónditos rincones del planeta, como proceso
esencial emergente de su propia necesidad histórica
genética y de sus contradicciones y leyes inherentes, de
las que solo hemos hecho referencia en forma parcial e
insuficiente aquí, dado el reducido alcance del presente
trabajo. El mercado nacional es penetrado por las corporaciones
internacionales, las cuales operativamente desarrollan sus
actividades en diversos mercados nacionales en el espacio
planetario en forma simultánea, con un peso relativo muy
importante en la conformación de la estructura
económica local. Este fenómeno propio de la
globalización o expansión final del capitalismo
tardío produce la des-identificación del concepto
de “país” con el de “economía
nacional”. Por tal razón, el
“país” no puede ser considerado, como lo
hace la teoría neoclásica, como “unidad
económica independiente” que mantiene
“relaciones internacionales de intercambio
económico”. La interpenetración de tales
corporaciones internacionales en los mercados nacionales,
distribuyendo espacialmente sus operaciones de
producción y comercialización, al mismo tiempo,
“integrándolos” en distintos mercados
geográficos, diluye históricamente la
categoría de “país independiente”,
convirtiéndolo en una “célula” del
mercado mundial, desplegando una nueva división
internacional del trabajo. Esta falta de aprehensión de
las nuevas relaciones económicas transnacionales y de la
consiguiente reorganización de la producción,
distribución y circulación de las
mercancías a través de la
“integración económica”, regional y/o
mundial, la cual conlleva a la desintegración nacional,
no ha sido tomada en consideración tampoco, por los
llamados “progresistas” debido, en parte, a la
osificación de sus ideas, intereses económicos y
por supuesto, sus teorías.

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